De Aves y Viajes

sábado, 11 de septiembre de 2021

Parque Nacional Mburucuyá – 3

Como ya comenté, el PN Mburucuyá tiene dos senderos peatonales: el sendero Yatay (del que ya algo les adelanté, pero aún queda más) y el sendero Che Roga, con el que comenzaremos ahora. Como solo mide 4,4 Km fuimos después de almorzar… Su nombre es de origen guaraní y significa “Mi casa”.

Apenas salimos tuvimos nuestra primera sorpresa: un zorro persiguiendo algo entre los pastos. Vimos dos especies de zorros en este parque y los observamos durante todos los días en que estuvimos acampando allí. El de la imagen, un zorro de monte (Cerdocyon thous) y el zorro gris (Lycalopex gymnocercus), ambos muy hermosos cánidos. 


Ya en el sendero Che Roga y habiendo recorrido 1,5 Km encontramos una laguna, no muy grande pero apacible. Buscamos un lugar y nos sentamos a tomar unos mates, al rato una cabeza se asomó muy cerca nuestro: era un carpincho (Hidrochaerus hydrochaeris):


Y en la orilla opuesta toda una familia correteaba buscando resguardo…


En unas ramas cercanas un biguá (Nannopterum brasilianus) secaba sus alas al sol después de haber satisfecho su apetito en la laguna…

De pronto, vimos un movimiento en una orilla a lo lejos, parecía un macá grande, pero no… era más claro, nos acercamos, aunque no pudimos hacerlo demasiado, así que echamos mano a la tecnología, zoom, mucho zoom y vimos quién era: un ipequí (Heliornis fulica), otro “lifer”, las fotos no son buenas, el ave estaba muy muy lejos, pero bien valió la pena: primer registro de un Ipequí para el Parque Nacional Mburucuyá. Además también tiene probabilidad de observación II en la guía de Narosky-Izurrieta. Le envíe fotos y coordenadas al guardaparques, quien lo subió al SIB (Sistema de Información de Biodiversidad) de Parques Nacionales.



De regreso, todavía con la emoción de lo visto, nos cruzamos con un viejo conocido: juan chiviro (Cyclarhis gujanensis):


Y en un árbol, queriendo parecer inadvertida con su críptica vestimenta, vimos este hermoso ejemplar de mariposa lechuza (Caligo illioneus):


Otra tarde volvimos a recorrer, ahora con más luz, los caminos del parque y… ¿qué vimos?: más bichos. Primero nos cruzamos con una hermosa culebra, una ñacaniñá de monte (Mastigodryas bifossatus). No es venenosa pero su tamaño intimida... Vean en este retrato esas pupilas, la gran mayoría de la serpientes no venenosas las tienen redondas, y su cabeza no es triangular, lo que indica que no tiene glándulas de veneno. Igual siempre hay que manejarse con cautela, los detalles se pueden ver cuando no nos toma por sorpresa…

Esta foto es de cuerpo entero, tenía un tamaño considerable, medía cerca de 150 cm, casi la atropellamos con el auto, estaba paralizada en medio de la calle. Si bien no es venenosa, la literatura dice que es muy agresiva. En realidad se quedó congelada e inmóvil, le tuve que arrojar una rama para que velozmente saliese del camino.


Dejamos el auto en un costado del camino y fuimos hacia unas lagunas que se veían a lo lejos. En realidad no era un sendero habilitado, ni mucho menos, pero se veía prometedor. El primero que nos descubrió fue este ñandú (Rhea americana), de algo le sirve la altura, igual nos ignoró y tranquilito se alejó…


Caminando hacia esas lagunas nos metimos en un terreno semi inundado, en el que me llamó la atención este enorme panal y sus dueñas: lechiguanas (Brachygastra lecheguana).



Algunas de las aves que no volaron, porque la mayoría nos vieron desde lejos y rajaron, deben haber pensado: “Hay 111 lagunas, para qué vienen a molestar a esta…”. Pato cutirí (Amazonetta brasiliensis), una pareja, la hembra a la izquierda y el macho a la derecha.


Aquí un grupo de sirirí pampa (Dendrocygna viduata), una presencia habitual en nuestras lagunas pampeanas. Bueno, aquí no se quedan cortos, hay muchísimos.


Retomamos el camino y encontramos esta cigüeña americana (Ciconia maguari):


Cerca de la cigüeña, en un árbol alguien degustaba su almuerzo, era un ejemplar juvenil de caracolero (Rostrhamus sociabilis), pero algo raro pasaba... En la provincia de Buenos Aires los caracoleros comen caracoles como bien lo indica su nombre, pero en Corrientes eso no cuenta, vean en la ampliación lo que está comiendo este caracolero: es un cangrejo de río (Dilocarcinus pagei).



En los pastizales aledaños cantaba este pecho amarillo grande (Pseudoleistes guirahuro), es muy parecido al pecho amarillo que vemos en nuestra pampa, pero este es de mayor tamaño y posee los hombros y la rabadilla amarillos, además del pecho que es común en ambos y les da su nombre.


Otra tarde fuimos nuevamente al Estero Santa Lucia, tomamos el sendero Yatay y mientras cruzábamos un pastizal, se empezó a oír una motocicleta, era un ruido que parecía mecánico, y notamos que lo provocaba un ave que volaba a gran velocidad, subía en silencio y luego en una caída vertiginosa emitía ese sonido. Intenté fotografiarla y lo mejor que obtuve fue la siguiente imagen, y se develó el misterio: era una becasina común (Gallinago paraguaiae).

Después buscamos información y encontramos que durante la reproducción, a fines de invierno, hace un despliegue (es parte del cortejo reproductivo) y se eleva a gran altura, luego desciende en 45° a gran velocidad y ahí se genera un fuerte zumbido intermitente producido por el viento que agita las plumas rectrices externas modificadas. Es frecuente que realice estos vuelos al atardecer o en noches de luna llena, pero lo pueden hacer de día también.

Al día siguiente la encontramos cerca de una laguna y realmente no sé cómo la pudimos ver, creo que fue Joaquín quien la detectó. 


Ya volviendo, vimos unos enormes nidos y de repente apareció el dueño de casa: espinero grande (Phacellodomus ruber).



De repente, este arañero coronado chico (Basileuterus auricapilla) se mostró un par de minutos:


Y esta belleza vestida de novia, una monjita blanca (Xolmis irupero), la hermosura de lo simple…


Y el fiofío pico corto (Elaenia parvirostris) no se queda atrás en simpatía… 


Un día después de almorzar aparecieron en el camping unos visitantes no tan comunes, uno de ellos en particular, el tingazú (Piaya cayana), se paró en un lapacho rosado (Handroanthus impetiginosus) para que yo le tomase esta fotografía:


Otro visitante, un poco más oscuro, fue este chopí (Gnorimopsar chopi). Siempre se movían en grupos no muy grandes, su tamaño es un poco mayor al del tordo renegrido. Noten los surcos en su curvo pico negro…

Y en el mismo lapacho del tingazú, se posó este chimachima (Milvago chimachima) que relojeaba todo desde arriba: ¿miraría nuestro almuerzo?



El día anterior habíamos encontrado en un camino a este juvenil de chimachima, vean su mirada inocente… es un niñito.

Y llegó el último día, todo tiene un final, todo termina… pero el parque nos brindaba más sorpresas. Aún con el sol haciendo fuerzas por salir se posó, en un árbol cercano, esta hembrita de anambé grande (Pachyramphus validus), otro “lifer”.



Salimos al camino y a unos pocos kilómetros nos vino a despedir este zorro gris (Lycalopex gymnocercus), nos miró, nos midió y parece que lo aburrimos... Vean que le faltan los colmillos, ¿será un individuo añoso?



Añoso o no, decidió marcharse tranqui...  esa tranquilidad la dan los años.

Al pasar por una de las lagunitas del camino que tantos bichos nos permitieron ver, una pareja de martín pescador mediano (Chloroceryle amazona) estaba desayunando. Vean el pico de la hembra en la primera foto, está lleno de barro... pensé en dos explicaciones: o se puso una mascarilla de barro de esas que usan las chicas (al fin y al cabo es una dama) o se tiró de cabeza pensando que había agua y era barro nomás... Luego, la feliz pareja.



En una última lagunita, antes de dejar el parque, una pareja de macá pico grueso (Podilymbus podiceps) con su plumaje nupcial se quedó observando cómo nos alejábamos…

Quiero recalcar que cada vez que salíamos a los senderos encontrábamos alguna especie nueva, parecía inagotable: en estos tres posteos sólo estoy subiendo algunas de las 140 especies de aves que vimos, 9 especies de mamíferos, varias de reptiles y una innumerable cantidad de insectos, la mayoría aún sin identificar… y solo estuvimos una semana.

Parque Nacional Mburucuyá, un lugar para volver…

1 comentario:

Picos raros, que familia!

Vaya familia, ya arrancamos complicados con el nombre: Threskiornithidae , veamos su origen: proviene del  griego threskeia , que significa ...