En este blog compartiré con ustedes mi pasión por las aves, los viajes y la naturaleza.
Encontrarán fotografías, relatos y experiencias vividas en diferentes ambientes, desde el lugar en que uno vive hasta donde se pueda llegar.
El mundo es bello, solo hay que aprender a observarlo.
Espero que este blog los inspire y les genere ese click que se necesita en el tiempo que nos ha tocado vivir.
Aquí les acerco más
aves de nuestros pastizales. En la primera entrega: “Aves del Pastizal I -
Costa bonaerense”, del 25 de junio, vimos varias de las más difíciles; algunas de
este posteo son más comunes y con seguridad muchos de ustedes las deben conocer.
De más está decir que varias de las especies que veremos pueden ser observadas
en otros ambientes, pero saben frecuentar los pastizales para alimentarse e
incluso para anidar en ellos o en su entorno.
Muchas de las aves de
las que hablaremos aquí fueron retratadas en los pastizales y caminos rurales cercanos
a las localidades de Mar del Plata y Mar Chiquita, en la provincia de Buenos
Aires. Otras fueron fotografiadas en la Estancia Nahuel Ruca, la Reserva
Natural Paititi, la Serranita y la Reserva del Puerto de Mar del Plata, entre
otros lares.
Además de la franja de
pastizales psamófitos (suelos salobres) de la que les hablé antes, donde se
destacaba el cortaderal (Cortaderia
selloana), junto a otras especies autóctonas de menor altura, como el pasto
chajapé (Imperata brasilienses), el
pasto hebra (Poa lanuginosa) o la
cola de liebre (Botriochloa laguroides),
existen parches de pastizal donde, además de estas especies vegetales, encontramos
la hierba salada del interior (Distichlis
spicata) o las gramíneas del género Stipa,
por nombrar solo algunas de las alrededor de 370 especies de gramíneas que
pueden estar presentes. Estos parches están cercanos a sierras, arroyos, lagunas
o a la vera de los caminos, donde la sobreexplotación agrícola no puede hacer
uso de la tierra. Obviamente, muchos de estos parches están invadidos por varias
especies exóticas que nuestras aves suelen utilizar como alimento; dos ejemplos
claros de esto lo constituyen la carda (Dipsacus
fullonum), originaria del hemisferio norte y muy bien aclimatada en
Sudamérica, y el bien conocido cardo (Carduus
pycnocephalus) euroasiático.
Vamos con las aves:
Una de las más conocidas, por su triste relación
con los humanos, es el cabecitanegra (Spinus
magellanicus), en estas imágenes vemos, primero, un ejemplar macho extrayendo
semillas de una carda y, en la segunda, forrajeando en el suelo.
El
cabecitanegra posee un marcado dimorfismo sexual, observen en las dos imágenes
que siguen la notable diferencia de plumaje entre la hembra, primera imagen,
más verdosa y sin capuchón negro, y el macho, bastante más llamativo, con su
negro capuchón y ese amarillo en el resto de su plumaje que lo hacen mucho más
notorio.
Emparentado
con el cabecitanegra, y cada vez más visto en la zona, el exótico cardelino (Carduelis carduelis) ha ido ganando
terreno desde aquella primera vez que lo vi en 1999, y fue tema de mi primer
reporte para Aves Argentinas como una “Observación de Campo”, donde informaba
sobre su presencia en la Reserva Natural del Puerto de Mar del Plata.
En
la actualidad se lo puede ver en varios de los caminos rurales del sudeste
bonaerense y casi siempre alimentándose sobre cardas y cardos como muestro en
las imágenes que siguen. Eso sí: es extremadamente arisco, ni bien notan la
presencia humana vuelan y lejos… nos conocen.
Otro
bastante popular es el corbatita (Sporophila
caerulescens), que en primavera y verano suele alborotar los pastizales con
su canto en busca de sitios para nidificar y alimento, luego se lo suele ver en
bandadas. Su nido en forma de tacita lo cuelga de los tallos de las plantas.
Aquí vemos una pareja deleitándose con semillas del yuyo colorado (Amaranthus quitensis), noten que también
posee un dimorfismo sexual marcado, en la primera imagen el macho con traje y
una prolija corbata y en la otra la hembrita, sencilla pero muy bonita…
En
la imagen que sigue vemos un macho cantando sobre una carda, luego de haber
saciado su apetito con las semillas de su interior…
Y si de canto se
trata los invito a ver esta grabación que hice allá por el 2009 y que con
sorpresa veo que tiene unas “369.207 visitas”, este es el enlace: https://youtu.be/eDHH34hKQMc
Otra
ave muy conocida y que a algunos seres humanos les gusta ver llorar en sus
jaulas es el misto (Sicalis luteola),
un típico habitante de los pastizales. Posee un dimorfismo sexual leve, pero
notable. Es muy común ver a los machos en época de apareamiento volar alto y
dejarse caer trinando. Se alimenta de semillas y nidifica en el suelo, entre
matas de pasto, teniendo 4 o 5 pichones. A partir de febrero se suelen ver
grandes y ruidosas bandadas volar al unísono. La primera imagen es de un
ejemplar macho, noten comparando con la segunda, la hembra, que su amarillo es
más intenso sobre todo en el pecho y cara.
Otro
amarillito muy común es el jilguero dorado (Sicalis
flaveola), delincuente como el anterior ya que se lo sabe ver entre rejas…
Posee un importante dimorfismo sexual, en la primer imagen un macho y se cae de
maduro el porqué de su nombre. En la segunda foto la hembra muy discreta ella…
En
invierno se suelen ver bandadas forrajeando en los pastizales, en la imagen que
sigue se los ve después de que volaron por mi presencia…
Uno
de los clásicos, pero no tan conocido, habitante de los pastizales y que
nidifica en ellos construyendo en el suelo una semiesfera con gramillas bien
oculto en los pastos, es la loica (Leistes
loyca). También posee dimorfismo sexual: en la primera foto vemos a un
macho desplegando su canto y en la segunda tenemos a la hembra, vean la
diferencia de color entre ambos. Noten que la ceja blanca comienza con rojo,
esto es muy útil, entre otros detalles, para diferenciarlo del pecho colorado (Leistes superciliaris), con quien
comparte hábitat.
En la provincia de
Buenos Aires tenemos otra loica, la pampeana (Leistes defilippii) que se encuentra en peligro de extinción,
principalmente por la pérdida de su hábitat: los pastizales. Para diferenciar
ambas loicas lo ideal es ver las tapadas (las plumas debajo del ala), en la
loica pampeana son negras, mientras que en la que muestro aquí son blancas,
tanto del macho como de la hembra, vean:
Y
ahora les muestro al que suele ser confundido con la loica cuando uno hace una
rápida mirada, el pecho colorado (Leistes
superciliaris), recuerden lo que dije sobre la ceja: en este es
completamente blanca, además de que su pico es más corto.
Posee
dimorfismo sexual, en primer lugar el macho y luego la hembra, se la ve muy
coqueta con su peinado con raya al medio… Construyen su nido en el suelo entre
yuyos, pasturas o cultivos: es una semiesfera forrada de pasto.
Veamos
a continuación un par de cachirlas que suelen revolotear en los pastizales. Ambas
hacen su nido en el suelo que consiste en una tacita de pajitas que oculta
entre los pastos. En principio sepamos que los integrantes de la familia Motacillidae
son bastante difíciles de diferenciar. Una de las cosas a tener en cuenta es su
canto: las cachirlas suelen remontar vuelo y descender repitiendo una nota
hasta llegar al suelo, esa nota varía para las distintas especies por lo que
vendría bien grabar sus cantos para cotejarlos luego. La siguiente es la cachirla
goteada (Anthus correndera)
realizando este despliegue:
Por
otro lado están los detalles en el plumaje, veamos en primer lugar la más
común, la cachirla goteada (Anthus
correndera), también conocida como cachirla uña larga por el tamaño
desproporcionado de la uña de su hallux. Vean el pecho: es una de las que lo
tiene más estriado y manchado, y en su dorso tiene dos líneas claras bien
definidas.
La
cachirla pálida (Anthus hellmayri),
haciendo honor a su nombre, posee estrías menos notorias, casi ausentes en
plumaje gastado, y en su dorso no se ven las líneas blancas como en la cachirla
goteada. Vean y comparen:
En
los pastizales hay un ave que no vuela y, por su tamaño, 180 cm de altura, uno
pensaría que no es posible dejar de
verlo, sin embargo en el cortaderal pasa desapercibido. Igual prefiere las
zonas donde puede desarrollar al máximo su forma de desplazarse: la carrera. Es
el ñandú (Rhea americana).
El
ñandú posee conductas reproductivas un poco extrañas, la poliginia: un macho
con un harén de hembras. Y no es solo eso, estas hembras ponen sus huevos (no
siempre del mismo macho) en un nido donde luego incubará solo el macho. Este
nido llega a tener hasta 30 huevos y los charitos serán cuidados exclusivamente
por él. Este es un macho, lo delata ese color negro en el pecho y la base del
cuello.
.
Suelen
desplazarse en grupos y pasan los alambrados como si no existieran…
Veamos
ahora un par de especies que suelen oírse, aunque se las puede ver y tampoco
vuelan, o al menos no lo hacen muy bien, solo les sirve para huir y asustarnos:
cuando vuelan, generalmente salen debajo de nuestros pies, ya que confían en su
camuflaje, y hacen un estruendoso ruido con sus alas que nos deja paralizados.
Una de las que se puede encontrar en los alrededores de Mar del Plata y Mar
Chiquita es la colorada (Rhynchotus
rufescens) que en la imagen huye con mucha prisa.
La
otra más pequeña, prácticamente la mitad del tamaño de la colorada (20-25 cm
contra 40 cm) es el inambú campestre (Nothura
maculosa) más conocida como perdiz chica. Ambas realizan su nido en el
suelo, oculto entre los pastos, en alguna depresión del terreno y ponen cerca
de 10 huevos muy llamativos ya que parecen de porcelana, son brillantes, gris
rosado los de la colorada y gris vinoso los del inambú campestre.
El
inambú campestre suele ser visto al costado del camino comiendo al amanecer o
al atardecer, como este ejemplar que me observaba desconcertado cuando detuve
mi auto.
También, al igual que
la colorada, se lo puede ver corriendo muy rápido mientras se aleja silbando
repetidamente.
A este
ejemplar lo encontré junto a esta paja brava, al reparo, y no registró que
estábamos con el auto a unos pocos metros, siguió silbando como si tal cosa.
Si es un canto un tanto melancólico, una sucesión de fi-fi-fi-fi que se acelera en el tiempo concluyéndolo con unos silbidos, es muy agradable de oír en nuestros campos. Lo realizan al amanecer o al atardecer y sí, en época reproductiva lo hacen para llamar a su pareja pero también para delimitar su territorio durante todo el año.
Qué raro el canto del inambú, hubiera pensado que era una ranita. Lo hace para llamar a la hembra?
ResponderBorrarSi es un canto un tanto melancólico, una sucesión de fi-fi-fi-fi que se acelera en el tiempo concluyéndolo con unos silbidos, es muy agradable de oír en nuestros campos. Lo realizan al amanecer o al atardecer y sí, en época reproductiva lo hacen para llamar a su pareja pero también para delimitar su territorio durante todo el año.
ResponderBorrarMuchas gracias!!!!
ResponderBorrarGracias José!
ResponderBorrarHola Mariel, gracias a vos por interesarte. Después veo si pongo algunas de las que fotografié allá en España. Cariños
BorrarYo espero que no olvides de ninguna foto, jajajaja. Me encantan. Y vuelvo a mirar los blogs mas de una vez. Gracias!
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